miércoles, 1 de abril de 2009

REQUIEM POR PRELIM


“Cuando el tiempo de la vida se agota es hora de marchar. Prepara tu viaje y ve, no tengas miedo... ve hacia ese lugar donde el tiempo es una ilusión, la luz se apaga y el cuerpo es el ayer.”

Pasados dos años, Tal_rasha ya recuperado de su dolencia, seguía ayudando a maese Prelim en su fragua, más ahora cuidaba del bienestar del anciano pues por su sangre corrían muchos inviernos y su pulso cada día temblaba más.

Cierto día Tal_rasha tuvo que ausentarse para ir hasta las minas de Ta-thassa en busca de mineral para forjar nuevas hojas. Durante tres días anduvo por Gor dejando sólo al pobre Prelim, con la confianza de que a su regreso siguiera respirando pero a su vez, con el temor de que su corazón no aguantara una noche más.

Al llegar a casa del herrero, se encontró con la imagen yaciente del hombre junto a las alpacas de paja que tenía en el establo. Raudo bajó del carro y estrechó entre sus brazos a quien le había salvado la vida. Su corazón aun latía. Gracias a los Dioses... aún corre vida por sus venas...! _exclamó nuestro héroe_ y tomándolo en brazos lo llevó hasta la cabaña, acostándolo sobre su lecho de paja y lana.

Cubrió su cuerpo con una manta tejida por la que un día fuera la kajira del herrero. No dudó en aplicar los conocimientos de primeros auxilios que aprendió cuando era soldado de Tuchuk. Acto seguido encendió el hogar de la cocina y utilizando hierbas curativas, preparó un caldo para mantener el estómago de su mentor caliente.

El anciano abrió sus grises ojos. Tal_rasha _dijo el anciano_ no te molestes por mí, son muchos los inviernos que he vivido y creo que ha llegado mi hora.

No diga estupideces y guarde sus fuerzas, Maese -dijo Tal_rasha-. Usted no va a morir, se lo garantizo. Me salvó la vida y ahora es momento de que yo haga lo mismo.

No... mi buen amigo, sabes que desde que te encontré entre tus soldados te he cuidado y enseñado como al hijo que nunca tuve, pero es ley de vida que yo muera para dejar mi cargo a disposición de alguien más joven. Te he enseñado todo lo que sé, es hora de que ocupes mi puesto _respondió el Maese Prelim.

¡Pero señor...! sabe que soy un soldado, que mi oficio es manejar las armas y combatir_espetó malhumorado el joven Tal_rasha.

¡Calla! _ordenó Maese Prelim perturbado_ no te he enseñado todo lo que sabes para que cuando yo falte llores como una kajira cuando la castigan con dureza. Eres un hombre de honor, lo sé, pero al comprender el secreto del acero como lo hiciste en su momento; supe que serías mi heredero y por eso quise educarte tal y como lo hubiera hecho con mi hijo.

Lo sé señor, lo sé, y yo os lo agradezco de corazón _ respondió avergonzado Tal_rasha_

Mientras hablaban, el anciano miraba al muchacho recordando cuánto había gozado de su compañía y reído con sus torpezas de pequeño, su corazón daba los últimos latidos aplacando su aliento y cerrando el ciclo de su vida.

_Tal, hijo mío... antes de morir.... antes de morir deseo que me prometas algo_

_ Sí maestro, pídame lo que desee_.

_ Cuando yo falte, ve a la ciudad de Ar y sigue practicando allí mis enseñanzas, es una ciudad pacífica, no encontrarás muchos problemas para entrar. Pero recuerda esto: revela tu verdadera identidad ante alguien noble de corazón pues hay muchos piratas y hombres sin escrúpulos, que venderían a su madre por unas pocas monedas _

_ Lo haré maestro _

Arrastrando sus últimas palabras, el anciano continuó..._rápido no me queda mucho tiempo, prométemelo Tal _

_ Os juro por mi espada y mi honor de guerrero que así lo haré _ respondió el joven.Tal_rasha supo en aquel preciso instante que aquel anciano había determinado su destino.

Maese Prelim miró complacido al muchacho y arqueando sus labios en forma de sonrisa, expiró.

Tal_rasha pasó las noches llorando y rezando por el alma de su maestro en un duelo que duró un més. Tal y como la costumbre de Tuchuk ordenaba cuando un ser importante subía a la balsa del destino, lo hacía para viajar hacia el inframundo y convertirse en inmortal.

Al finalizar el réquiem levantó una pira con leña de sauce gris y colocó el cuerpo inerte del anciano, envuelto en bálsamos de Turia; dos zafiros descansaban sobre sus párpados y su martillo entre las manos. Prendió fuego a la pira fúnebre y mientras ésta ardía, Tal_rasha hincó una rodilla en el suelo con su mandoble en las manos llevando la hoja hasta su nariz. Rezó una plegaria a los Sagrados Sacerdotes por el alma de su amigo.

Al día siguiente Tal_rasha, liberó a las bestias del establo, enganchó el carro a su caballo Argo, que así se llamaba el valeroso corcel negro de Tal_rasha y empaquetando su armadura negra como la noche, cargó todos los útiles necesarios para empezar una nueva vida en Ar.

Aunque.... no sabía a ciencia cierta dónde se encontraba la ciudad.

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