Soy Tal_rasha, general de los ejércitos libres de Gor y ésta es mi historia:
Hace mucho tiempo, cuando en Gor reinaba la paz y el orden, en un lejano poblado nómada habitado por los Tuchuks, nació un bravo guerrero conocido como Tal_rasha.
Desde su más tierna infancia fué adiestrado en el noble arte de la guerra. El dolor su compañero, la venganza su verdad, el honor su religión; pero también se le otorgó el onocimiento
del equilibrio entre en bien y el mal, entre lo aceptable y lo inadmisible, entre el odio y el amor, la bondad y la ira.
Vivía a las afueras del poblado Tuchuk, porque su padre era el encargado de alertar al resto de nómadas si sucedía algo fuera de lo común. Tal_rasha, siempre tendrá en su memoria la imagen de su padre que aunque con dureza, le enseñó casi todo lo que sabe; más siempre se mostró atento y cariñoso con él.
Una noche fría y oscura su padre despertó a su hermana y a él, escondiéndolos detrás de unas rocas. Estaban asaltando el poblado. Todo sucedió en unos instantes. Todavía recuerda a su padre tumbado en el suelo con el pecho abierto y la sangre vertida sobre el suelo. Desde ese momento juró que no descansaría hasta encontrar a los culpables y hacerles pagar por sus crímenes.
Rudo, ágil, valiente y defensor de sus compatriotas, haciendo del acero su único amigo; fué creciendo hasta ostentar el cargo de sargento en el ejército de Tuchuks. Su inquebrantable lealtad hacia los demás soldados y hacia su gente, hizo que su nombre fuera respetado y temido en todo el ejército, confiándole las misiones mas peligrosas. Siempre había salido airoso de ellas hasta que un día...
Mientras el sol despuntaba y la luna dormía, fué llamado por el general Jashbin encomendándole una misión de alto riesgo. Le enviaba a custodiar la frontera sur de Tuchuk, ya que había rumores que los hombres de la Tierra habían penetrado las fronteras; siendo inminente una invasión en Gor.
Partió un frío amanecer. Despidiéndose de su hermana, que tanto le recordaba a su madre fallecida, besándola en la frente. La muchacha lloraba desconsolada al despedirse de él.
Estando cerca de las fronteras de Gor un grupo de hombres de la Tierra, atacaron a los valientes soldados masacrando a todo aquél que se les ponía por delante. Tal_rasha, que ante todo valoraba la vida de sus soldados más que la suya, viendo a uno de sus soldados cayendo bajo las garras de dos enemigos; corrió presto en su ayuda; pero de pronto sintió algo punzante en su costado. Una saeta enemiga lo había alcanzado...
Su cuerpo se desplomó desmayado, pues la saeta contenía un veneno mortífero de proceso lento y doloroso. Cayeron los valientes de Tuchuks, cayeron pero... ¿qué sabio iba a imaginar lo que le depararía el futuro a nuestro amigo?.
Cuando terminó la batalla yaciendo todos los cuerpos en el suelo, pasó un pobre herrero que venia desde la Tierra con un cargamento de mineral para su fragua. Viendo los estragos de la batalla fué deteniéndose uno a uno, mirando cada cuerpo inerte; rezando por encontrar a alguno de esos guerreros con algún atisbo de vida.
Y así fué cómo encontró a Tal_rasha. Su cuerpo yacía en el suelo petrificado, pero su corazón aunque débilmente... seguía latiendo. Sacó la saeta de su costado drenando rápidamente sus venas para eliminar el veneno y conseguir sacarlo de su cuerpo. Seguidamente lo subió en su carro, atándolo con unas correas para mantenerlo inmovilizado; partiendo hacia su hogar, cerca del bosque oscuro.
Una vez allí, Tal_rasha fué recuperándose poco a poco de su heridas. Cuando se restableció completamente, el maese herrero Prelim le instruyó en el más noble arte de la forja de espadas mágicas, enseñándole los secretos más ocultos del metal; hechizando las hojas dependiendo de su fin y haciendo que el joven tuviera un espíritu inquebrantable y una destreza con las armas jamás vista.
Hace mucho tiempo, cuando en Gor reinaba la paz y el orden, en un lejano poblado nómada habitado por los Tuchuks, nació un bravo guerrero conocido como Tal_rasha.
Desde su más tierna infancia fué adiestrado en el noble arte de la guerra. El dolor su compañero, la venganza su verdad, el honor su religión; pero también se le otorgó el onocimiento
del equilibrio entre en bien y el mal, entre lo aceptable y lo inadmisible, entre el odio y el amor, la bondad y la ira.
Vivía a las afueras del poblado Tuchuk, porque su padre era el encargado de alertar al resto de nómadas si sucedía algo fuera de lo común. Tal_rasha, siempre tendrá en su memoria la imagen de su padre que aunque con dureza, le enseñó casi todo lo que sabe; más siempre se mostró atento y cariñoso con él.
Una noche fría y oscura su padre despertó a su hermana y a él, escondiéndolos detrás de unas rocas. Estaban asaltando el poblado. Todo sucedió en unos instantes. Todavía recuerda a su padre tumbado en el suelo con el pecho abierto y la sangre vertida sobre el suelo. Desde ese momento juró que no descansaría hasta encontrar a los culpables y hacerles pagar por sus crímenes.
Rudo, ágil, valiente y defensor de sus compatriotas, haciendo del acero su único amigo; fué creciendo hasta ostentar el cargo de sargento en el ejército de Tuchuks. Su inquebrantable lealtad hacia los demás soldados y hacia su gente, hizo que su nombre fuera respetado y temido en todo el ejército, confiándole las misiones mas peligrosas. Siempre había salido airoso de ellas hasta que un día...
Mientras el sol despuntaba y la luna dormía, fué llamado por el general Jashbin encomendándole una misión de alto riesgo. Le enviaba a custodiar la frontera sur de Tuchuk, ya que había rumores que los hombres de la Tierra habían penetrado las fronteras; siendo inminente una invasión en Gor.
Partió un frío amanecer. Despidiéndose de su hermana, que tanto le recordaba a su madre fallecida, besándola en la frente. La muchacha lloraba desconsolada al despedirse de él.
Estando cerca de las fronteras de Gor un grupo de hombres de la Tierra, atacaron a los valientes soldados masacrando a todo aquél que se les ponía por delante. Tal_rasha, que ante todo valoraba la vida de sus soldados más que la suya, viendo a uno de sus soldados cayendo bajo las garras de dos enemigos; corrió presto en su ayuda; pero de pronto sintió algo punzante en su costado. Una saeta enemiga lo había alcanzado...
Su cuerpo se desplomó desmayado, pues la saeta contenía un veneno mortífero de proceso lento y doloroso. Cayeron los valientes de Tuchuks, cayeron pero... ¿qué sabio iba a imaginar lo que le depararía el futuro a nuestro amigo?.
Cuando terminó la batalla yaciendo todos los cuerpos en el suelo, pasó un pobre herrero que venia desde la Tierra con un cargamento de mineral para su fragua. Viendo los estragos de la batalla fué deteniéndose uno a uno, mirando cada cuerpo inerte; rezando por encontrar a alguno de esos guerreros con algún atisbo de vida.
Y así fué cómo encontró a Tal_rasha. Su cuerpo yacía en el suelo petrificado, pero su corazón aunque débilmente... seguía latiendo. Sacó la saeta de su costado drenando rápidamente sus venas para eliminar el veneno y conseguir sacarlo de su cuerpo. Seguidamente lo subió en su carro, atándolo con unas correas para mantenerlo inmovilizado; partiendo hacia su hogar, cerca del bosque oscuro.
Una vez allí, Tal_rasha fué recuperándose poco a poco de su heridas. Cuando se restableció completamente, el maese herrero Prelim le instruyó en el más noble arte de la forja de espadas mágicas, enseñándole los secretos más ocultos del metal; hechizando las hojas dependiendo de su fin y haciendo que el joven tuviera un espíritu inquebrantable y una destreza con las armas jamás vista.
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