Tal_rasha, advertido por los peligros que podía tener el camino en campo abierto hacia el norte, no dudó en dirigirse a la Cordillera de Ta-Thassa, aunque sabía que era desaprovechar días de viaje. Sin duda alguna, sería más seguro viajar por esos parajes vastos y áridos, con rocas afiladas como hojas de acero.
Eso no implicaba que no hubiese malhechores ni bestias sedientas de sangre, que no dudarían en atacar a un viajero solitario como él. Mientras viajaba, su mente divagaba hacia el día que partió con sus hombres, hacia el pobre Peelim y tampoco dejaba de pensar en su hermana, y el motivo por el que perdió la vida.
En un arrebato de locura, paró a Argo y bajándose del carro se tiró en la arena sollozando amargamente, perturbado por la angustia que sentía. Imploró a los Sagrados Sacerdotes que le arrebataran la vida, pues todo lo que había tenido algún sentido para él había muerto. Sus padres, sus hombres, su maestro armero, y su hermana; a quién juró proteger con su vida, de quien tanto amor fraterno había recibido, y con quien tanto había soñado en éstos dos últimos años.
Entonces se levantó y alzando su mandoble exclamó:
_ Ohhh... Dioses inmortales ¿Por qué? ¿Por qué habéis tenido que arrebatarme todo?. Siempre os serví, siempre fuí leal, guardé vuestras leyes y a vuestros servidores. ¿Es así como me lo pagáis? ¿así dais recompensa a vuestro fiel servidor? Llevádme a mi también, arrancad de mí la vida de este cuerpo, desterrádme de ésta vida para no volver a contemplar jamás sus maravillas. Que ruja el cielo, que tiemble la tierra, que por sus montañas caiga vuestra ira, cebaros en mí. No quiero vivir, ya no me queda nada por lo que luchar...._
Mientras se lamentaba, recordó la promesa que le había hecho a Prelim en su lecho de muerte. De pronto recobró sus fuerzas, su gallardía, su arrogancia y sus ganas de servir al débil y luchar por la justicia y el honor.
De un salto montó sobre el carro y gritó:
_ Vamos Argo, cabalga como el viento viejo amigo, que la carga que llevas arrastrando no te pese más que el saber que, gracias a tí... en Ar seguirá vivo el nombre de Prelim_.
El caballo, al oír a su amo gritar con eufória y poder en sus palabras, alzó sus cuartos delanteros y a galope tiró del carro hasta llegar a la falda de la cordillera.
Cuando el sol tornaba al final del día y las lunas de Gor se divisaban por el horizonte, Tal_rasha detuvo su corcel, pues se merecía un descanso, comida y agua en abundancia. Divisó un arroyo de agua cristalina manando de una roca que desembocaba en una charca. Desenganchó el carro y acariciando al caballo lo llevó de las riendas hasta la charca para que abrevara. Mientras, improvisó una tienda con ramas y la tela que cubría los utensilios de la forja. Encendió una hoguera para calentarse durante la noche.
Tal_rasha buscó en uno de los zurrones la comida que le quedaba, sólo había un par de piernas de cerdo que empaló y se dispuso a cocinar. Mientras se cocinaba, ató a Argo en un árbol que había justo al lado de la charca, con suficiente cuerda para que pudiera pastar la hierba que crecía en los alrededores.
En cuanto la comida estuvo lista se dispuso a cenar, aunque no bebió una gota de alcohol como de costumbre; pues su luto se lo impedía y realmente tampoco tenía humor para embriagarse. Comió hasta el último trozo de carne dejando los huesos en el suelo. Caminó despacio hasta la tienda pero antes de entrar, miró de nuevo los huesos y se dijo: _ Espero que mañana sea el último día de viaje, o tendré que comerme alguna bestia salvaje_.
Y diciéndo ésto, se acostó...
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